Archivo para diciembre 2010

La boca del infierno (o cómo hacer un volcán artificial a lo soviet) (25-26/11/2010)   7 comments

Ésta es la historia de un ingeniero que calculó mal, de un país donde sobra el gas y de alguien que se fumó un pitillo en el lugar y en el momento equivocados…

Señores, seguimos hablando de Turkmenistán. Allá por la década de los 60, en una de las múltiples prospecciones gasíferas soviéticas que se realizaban en el desierto del Karakum, un ingeniero se equivocó en uno de sus cálculos y…

El asunto explotó por los aires y así se ha quedado, un agujero de 60 metros de diámetro y 20 de profundidad que lleva ardiendo sin pausa en medio del desierto desde hace más de 40 años.

Hoy en día el cráter atrae a los turistas como una bombilla a las polillas (nunca mejor dicho); así que, como apagarlo debe de costar una pasta, a esta gente no le falta el gas y no hay mucho más que ver en el país, pues ahí sigue escupiendo fuego sin que a nadie se le haya ocurrido aprovechar todo ese gas desperdiciado a lo tonto.

La verdad es que es toda una experiencia el ir por carretera de noche y, sabiendo que la ciudad más cercana está a 200 Km., ver que un lugar en medio del oscuro desierto se ilumina a lo lejos.

A medida que te acercas, la luz se hace más intensa hasta que, de repente, el coche se para, caminas unos metros, te asomas un poco y ves un rojo tan intenso que te quema los ojos. El calor es insoportable pero allí te quedas plantado, asomándote embobado a la enorme hoguera hasta que se te empiezan a derretir las pestañas…

Acampamos y pasamos la noche a la vera del cráter, previo picnic de brochetas de pollo que nos preparó Lena (para los que no hayan leído el post anterior, nuestra guía turkmena particular).

No hemos pasado más frío en nuestra vida. Y eso que dormimos con 17 sacos soviéticos, 8 mantas de lana de oveja esteparia y, sobre todo, que teníamos a escasos metros lo que probablemente sea la estufa de gas más grande del mundo…

A la mañana siguiente volvimos al cráter para calentar nuestras  congeladas posaderas. No resultaba tan impresionante como durante la noche, pero también tiene su aquel verlo con otra luz, rodeado de la nada desértica más absoluta.

La excursioncilla, de un par de días, nos supuso ir de una punta del país a la otra por la única carretera que cruza el desierto (en la que, como recordaréis del post anterior, nos hicieron 4 controles de policía distintos, sobornos mediante).

Aparte de arena y agujeros ardientes, en el desierto hay muchas cosas que ver y que hacer:

Por ejemplo, el cabra:

O, también, ver pastores del desierto o dromedarios turkmenos (que no se diferencian en nada del resto de dromedarios del mundo, pero Turkmenbashi dice que hay que hacer patria y no hay más que hablar):

Por cierto, recordadnos que tenemos que mandarle la foto anterior al señor cabrero. El pobre se quejaba de que todos los turistas que pasaban por ahí le prometían mandarle la foto de turno y que luego nadie lo hacía… ¡Pero nosotros lo haremos! Cuando encontremos su dirección de e-mail, claro, que debe de andar perdida en algún lugar de la mochila…

Os dejamos un mapita del recorrido que hicimos hasta Turkmenistán.

Sí, vamos con un poco de desfase, pero como propósito de año nuevo prometemos aplicarnos más.

Buenos hermosos, nos vamos a preparar fin de año, que lo tenemos 6 horas antes que vosotros y al final nos va a pillar el toro. ¿Dónde habrá uvas en Bangkok? ¡Un abrazo a todos!

Próximamente, historietas de la mítica Samarcanda en Uzbekistán…

Pd. ¿Recordáis que os contamos que Turkmenistán es un estado policial? Pues se nos olvidó contaros el ejemplo que mejor lo ilustra: un buen día, a las 10 de la noche en la ciudad de Mary, llaman a la puerta de la habitación del hotel 2 policías, muy serios ellos.

-¡Inmigración!- dijeron.

–Mierda, se han dado cuenta de que nos salimos del camino de la salud ese, te dije que no era buena idea. ¡Nos deportan! – Exclamamos nosotros.

– Buenas noches caballeros, queríamos comprobar que estaban ustedes en el hotel (¡¡a las 10 de la noche!!). ¿Todo en orden?

– Bueno, me duele la panza y la comida de este país es muy mala, pero por lo demás no nos va mal…

– De acuerdo. Buenas noches.- Y cerraron la puerta dando un portazo.

– … (en fin).

Publicado 31 diciembre, 2010 por encualquierotraparte en Turkmenistán

¿Las Vegas? ¿Pyongyang? ¿Disneyland? No, ¡Ashgabat! (22-26/11/2010)   16 comments

Turkmenistán es un país raro. Ni malo ni bueno, simplemente raro.

Pero comencemos por el principio. Turkmenistán no se puede comprender sin la figura de su ex-presidente.

Al caer la Unión Soviética, cada ex-república se las apañó como pudo. En este caso, subió al poder un tipo que se autodenominó “Turkmenbashi” o “Padre de los turkmenos”. Toma ya. De repente, se encontró gobernando un país en medio de la nada en el que todo el gas que antes se distribuía a lo largo y ancho de la URSS, ahora era turkmeno.

¿Y qué hace un megalómano pirado nuevo rico? Pues el cafre, claro.

Para empezar, decidió que el estilo comunista era demasiado cutre para la capital, Ashgabat, así que se dedicó a importar purpurina (suponemos) y mármol de Carrara a manos llenas. Consecuencia: una capital con un estilo kitsch muy logrado, con un dominio en su paisaje de los tonos blanco nuclear y dorado. Y con una dispersa planificación urbanística que ríete tú de Seseña.


La parte megalómana del asunto se refleja en las múltiples estatuas gigantes y doradas de sí mismo construidas por Turkmenbashi enfrente de cada edificio público (y no son pocos).

No contento con ello, la ciudad se encuentra plagada de estatuas de sus hermanos y de su madre, muertos en un terremoto que arrasó la ciudad en 1948. En esa fecha, el querido presidente tenía 8 añitos y su hermano, alrededor de 10. Seguro que su aportación al desarrollo de la patria fue reseñable.

Parece que al presidente no le gustaba la historia de su país, así que escribió un libro oficial de obligada lectura, el “Ruhnama”, en el que reinterpretó la historia de Turkmenistán. También trataba otros temas de interés general como la hípica, la filosofía (así en genérico) o la caza tradicional turkmena. Un genio, vamos.

Siguiendo con gilipolleces de nuevo rico, Turkmenbashi mandó construir un río artificial de mármol blanco en medio de la ciudad. Grandioso. Sin embargo, sus ingeniosas ocurrencias no se acaban ahí. Tuvo también la fantástica idea de prohibir el ballet, uno de los pocos legados decentes de la época comunista. El amigo consideraba que ver danzar a hombres semidesnudos era algo indecente. De propina prohibió también la ópera, no sabemos por qué motivo.

Otro día de esos en los que se levantaba inspirado, al presidente le dio por dejar de fumar. Como buen padre de los turkmenos que era, tenía que velar por la salud de sus “hijos”, así que acto seguido prohibió fumar a todo la población del pais.

Para completar la jugada, se le ocurrió construir los “caminos de la salud”, dos kilométricos tramos de escaleras que conducen… a lo alto de la montaña. Para fomentar la actividad física de los miembros del gobierno, les obligaba a recorrer estos “caminos de la salud” al menos una vez al mes. Con una excepción: él mismo, que iba a la meta en helicóptero para recibirlos allí.

Nosotros, como grandes deportistas que somos, subimos un tramo de camino. Sin embargo nuestra querida guía Lena nos aconsejó no salirnos de la senda marcada ya que, en caso contrario, corríamos el riesgo de ser deportados del país. ¿¡!¡!??¿¡!!

Tanto el tema de la deportación como el que fuéramos con un guía turístico se explican con el mismo argumento: Turkmenistán es un estado policial en toda regla, al más puro estilo Corea del Norte.

Para empezar, sólo te conceden un visado de turismo si contratas una agencia de viaje local que te enseña, claro, sólo lo que el Gobierno quiere que veas. No es que nos entusiasmase la idea, pero como queríamos llegar desde Irán a Uzbekistán, y Turkmenistán pilla en medio, pues tuvimos que tragar…

Pero mereció la pena… No todo el mundo tiene este visado en su pasaporte:

Otros detallitos sospechosos también nos  llamaron la atención: se ve un policía-militar por cada 3 civiles, nunca hay nadie en la calle, te pueden llegar a hacer (como fue nuestro caso) 4 controles de carretera en un trayecto de 200 km…  Otro ejemplo: al visitar esta mezquita (la más grande de Asia Central y totalmente desierta, por supuesto), nos obligaron a ir por el camino central, a pesar de haber espacio y caminos para aburrir . Si intentabas rodearla o ir por otro sitio «no oficial», te gritaba un soldado. Al preguntarle a Lena el motivo, simplemente nos dijo:

-No les gusta… (¿a quién y por qué motivo no le gusta? Nunca lo sabremos)

Atención a los baños para que la gente haga sus abluciones. Todo en mármol blanco. Capacidad: suficiente para que 500 personas se puedan lavar los pinreles a la vez. Ocupación: 2 guiris haciendo fotos (nostros) y su guía.

¡Pero basta de hablar de Turkmenbashi!

En los ratos libres que nos dejaba Lena, tuvimos tiempo para degustar algo que llevábamos queriendo probar desde Irán:

A Rafa le entusiasmó. A Álvaro no tanto: estuvo jodido de la tripa casi dos semanas, hasta llegar a la India (sí, a veces hablamos de nosotros mismos en tercera persona, somos así de guays). Por cierto, y aunque no venga a cuento, qué buena la comida india…

En cualquier caso, en las dos repúblicas ex-soviéticas que visitamos, el asunto gastronómico es para echarse a llorar. Sólo hay que ver su plato estrella, el “plov”, una especie de guiso a base de arroz, zanahorias, carne de cordero viejo y grasa animal. No exagero si digo que cada vez que pienso en él me entran ganas de no volver a pisar esos países.

Además el tipo de la foto da mal rollo.

Lo gracioso es cómo lavaban la vajilla. Como en Turkmenistán les sobra el gas pero andan cortos de fairy, ¿por qué no calentar los platos hasta que se limpien sólos?

Algo gracioso de Turkmenistán son los sombreros típicos. La poca gente que se ve  por la calle va tan contenta con estas pintas:

Estaba claro que no podíamos perder la ocasión para hacer el mongol:

Próximamente, la entrada al infierno está en el desierto del Karakum…

Por cierto: ¡¡FELIZ NAVIDAD CHAVALES!!

Publicado 25 diciembre, 2010 por encualquierotraparte en Turkmenistán

Las ciudades del desierto (15-20/11/2010)   10 comments

Bienvenidos al desierto.

Hemos dejado para el último post nuestra zona favorita del viaje a Irán.

Puede que haya sido porque, por fin, nos encontramos con hostales llenos de viajeros con los que compartir las magdalenas del desayuno y donde la comida era algo variada y rica, superando ampliamente la media iraní.

O puede ser porque el desierto mola.

Mola mucho.

Gracias a recomendaciones de personas diversas, desde Shiraz (Persépolis), pusimos rumbo a la ciudad de Yazd en otra de nuestras afamadas palizas nocturnas de autobús.

Como en tantos otros lugares, los habitantes de Yazd reclaman para su ciudad el título de población más antigua del mundo. Parece que a todos les entusiasma ser los más viejunos, así que no seremos quienes les quitemos la ilusión… Damos un empate técnico entre todas a falta de prueba del carbono 14.

Lo que sí tiene Yazd es una cuca ambientación de ciudad desértica, con todas sus casas, calles y monumentos construidas en barro:

Tuvimos la suerte de que nos recomendasen un hostal construido en una casa típica de Yazd, así que la inmersión en el rollito desierto fue total.

Muy recomendable el Silk Road Hotel: barato (menos de 7 € la noche, Internet y desayuno incluidos),  un comedor digno donde servían estofado de camello y otras delicatessen del desierto y, lo mejor, con una gran sala de estar/patio típico donde hablar con  otros viajantes (por cierto, vaya personajes te encuentras: británicos que preparan rallies desde Londres hasta Kabul, un tipo de Murcia que pretendía ir a Pakistán en bici…)

También hicimos amiguitos fuera del hotel. Aunque estos eran iraníes y, por lo tanto, extremadamente chungos y muy peligrosos:

A falta de aire acondicionado, en Yazd utilizan las llamadas torres de viento. No nos preguntéis cómo, pero conseguían captar el aire frío y meterlo en las casas para que estén fresquitas en verano. Aunque en la calle haga 40º a la sombra, os aseguramos que te pones debajo de estas cosas y te congelas:

Aparte de las torres de viento, en Yazd puedes encontrar las llamadas “Torres del Silencio”. El zoroastrianismo, una de las religiones de la región, considera impuro enterrar a la gente en la tierra. ¿Qué hacían entonces con sus muertos? Pues los colocaban en lo alto de estas “Torres del Silencio” y esperaban hasta que los buitres se los merendasen. Cuando los huesos estaban limpios ya sí se podían enterrar. Y los buitres tan contentos por el buffet libre.

Hoy en día se sigue profesando el zoroastrianismo en la región, aunque parece ser que ahora entierran  a los muertos en cemento para evitar que su carne impura toque la tierra sagrada. Una lástima por los buitres, que se quedan sin desayuno.

Un tapiz zoroastriano:

Desde Yazd nos alquilamos un taxi para hacer una excursión al oasis de Garmeh. 350 km de ida y otros tantos de vuelta en otro Paikan del infierno, aunque esta vez compartimos gastos con James, un médico neozelandés que trataba de terminar su residencia en los ratos que le quedaban libres entre viaje y viaje. Un personaje.

En el camino nos encontramos con este señor haciendo auto-stop:

¿Que qué había en Garmeh? Aparte de un oasis con palmeritas,  NADA de NADA. Y ése era su principal atractivo, subirse a una montaña al atardecer y contemplar el sol ponerse en el desierto en el más absoluto silencio:

Lo malo de que no hubiese nada de nada es que tuvimos que conformarnos con dormir en el suelo en casa de un tipo peculiar que parecía un aborigen australiano y que tocaba los bongos. Muy raro. Y mucho más caro que en el hostal de Yazd. Pero bueno, mereció la pena.

Éste es nuestro conductor y el comedor del sitio donde nos quedamos, que compartimos con un grupo del IMSERSO iraní:

Con esto, señoras y señores, damos por finalizado Irán. Y como con Turquía, os ponemos un recorido recopilatorio:

Próximamente, Turkmenistán rima con Disneyland y con Pyongyang. Besos y abrazos, desde Nueva Delhi.

 

 

 

Publicado 16 diciembre, 2010 por encualquierotraparte en Irán

De mezquitas y bazares (todavía Irán)   7 comments

En este post el título lo explica casi todo. Poco más hay que decir.

Mezquitas en Irán hay para aburrir. Casi en todas la ciudades tienen su mezquita principal (que se llama siempre igual: Jameh Mosque) y luego te encuentras con otras, más grandes o más pequeñas, mejor o peor decoradas, en cada esquina.

En cuanto a los bazares, lo primero que hay que decir es que, sorprendentemente, ¡están limpios y ordenados!

Así como los bazares turcos suelen estar llenos de mierda y los vendedores te dan la murga insistentemente para colocarte cualquier chorrada, en Irán suelen estar impolutos. Los vendedores están más preocupados por barrer la entrada de sus tiendas que de darte el coñazo. Entras, preguntas, te atienden y, si no compras nada, te dan los buenos días y a otra cosa mariposa. Y regateas, claro.

Hemos hecho una selección de algunas fotos que esperamos que os gusten:

Aquí vemos a Rafa con diversas poses en la mezquita más impresionante en la que hemos estado en este viaje. Está en Isfahán, presidiendo la magnífica plaza central de la ciudad, desde donde está hecha la foto de arriba. Atentos a la decoración: las paredes, interiores y exteriores, están completamente cubiertas de mosaicos de colorines. Muy chulo:

En el interior de la mezquita estaba todo lleno de alfombras apiladas y gente rezando, echándose una siesta, tomando el aire…

También en Isfahán, otra magnífica mezquita en un lado de la plaza central:

O la Jameh Mosque, con la cara en tamaño XXL del Ayatolla Jomeini, líder espiritual de la Revolución Islámica de 1979 que echó a la monarquía reinante y convirtió a Irán en la “República Islámica de Irán”. Os recomendamos que veáis la peli “Persépolis”, que trata el tema de una forma curiosa:

Jomeini, aunque lleve muerto bastantes años, es un tipo popular en Irán. Mejor evitar hablar mal del Ayatollah mientras estés en Irán.

Otra mezquita de Isfahán:

También vistamos la ciudad santa de Mashad, en el norte de Irán. Un lugar de peregrinación para los musulmanes chiíes, tipo la Meca (Arabia Saudí) o Kerbala (Irak) pero menos importante. El chiísmo es la rama del Islam que predomina en Irán, Irak y Azerbaiyán (aunque son sólo el 15% de los musulmanes del mundo, siendo el resto casi todos sunníes).

No dejaban hacer fotos dentro del inmenso complejo y nos pusieron un guía personal – guardia de seguridad bastante inútil. No supo explicarnos apenas nada. Eso sí, sabemos cuánto gana, los años que lleva trabajando, vida y obra de sus familiares… Ésta es una de las entradas al recinto:

En Shiraz entramos a este mausoleo, totalmente decorado con cristales en el interior. Todo muy kitsch:

En cuanto a la sección bazares, os dejamos una pequeña muestra de que desordenados y cutres, precisamente no son:

En Tabriz, al principio del todo, con su enorme bazar  y sus sombreros típicos azeríes:

O en el Bazar de Shiraz, unos cuantos vendedores escogidos al azar:

Os preguntaréis si tenemos una fijación por las mezquitas y los bazares. Es una pregunta legítima. Pero… ¿se puede salir de fiesta? No. Pues nos vamos de cañas. Tampoco se puede. ¿Nos echamos un mus? Las cartas están prohibidas. Las opciones se reducen a a) morirnos de asco o b) ir otra vez al bazar. Elegimos la opción b).

Próximamente, de oasis en oasis y tiro porque me toca.

 

Publicado 12 diciembre, 2010 por encualquierotraparte en Irán

Persépolis 13-11-2010   8 comments

Al hablar de los persas, probablemente lo primero que se nos venga a la cabeza sean gatos de pelo largo, alfombras voladoras y, sobre todo, la humillación sufrida ante los 300 espartanos de Leónidas hace ya unos cuantos siglos. Aunque claro, si ponemos a un tipo con abdominales a lo CR9 contra 10 luchadores de Zurkhaneh (ver post “Iran is Different” in fine), yo apostaría todos mis ahorros por CR9:

Sin embargo, el persa fue uno de los mayores imperios de la antigüedad y hace 2.500 años dominaba un territorio que se extendía desde el mar Mediterráneo hasta el Indostán. El ejército de los inmortales de Xerxes atemorizaba al mundo y los sucesivos reyes persas veían crecer su leyenda, generación tras generación.

Ya que andábamos por la zona (la ciudad iraní de Shiraz), nos acercamos a visitar la ciudad-palacio de Persépolis, obra cumbre de la arquitectura persa, equiparable en cuanto a valor arqueológico a las Pirámides de Egipto o a la Acrópolis de Atenas (esta última, por cierto, fue arrasada en cierto momento por los persas. Los antiguos eran así, se destruían los unos a los otros cada cierto tiempo sin mayores miramientos):

Es una pena que Alejandro Magno, que también pasó por la zona, decidiese pillarse una buena melopea justo después de conquistar la ciudad.

Parece que en una noche loca que se le fue un poco de las manos, hetaira arriba, hetaira abajo, garrafa de vino viene, garrafa de vino va, consiguió de alguna manera reducir a cenizas una ciudad construida totalmente en piedra. Mira que era difícil, pero uno no recibe el apodo de “el Grande” así porque sí (Georgia and Manos, remind us never to mess up with Macedonian people!!!).

Algunos eruditos opinan que no fue sino una venganza por haber quemado los persas la Acrópolis previamente . Nosotros, que somos unos románticos, nos inclinamos por la versión fiesta-destrucción masiva. No obstante, es algo imposible de corroborar: según Ptolomeo, Alejandro únicamente declaró que no se acordaba de nada de la noche anterior y que le trajeran un ibuprofeno de Mileto.

Parece evidente que la expresión “vamos a quemar la noche” viene de aquí. Aún no hemos conseguido encontrar apoyo bibliográfico para nuestras conjeturas aunque, como se ve en la foto, investigamos arduamente el asunto durante más de 27 segundos seguidos:

Lo que sí está claro es que a esta gente le gustaba esculpir a señores barbudos en fila de a uno, cuyo propósito probablemente fuese el de simbolizar la adoración de los pueblos sometidos al rey megalómano de turno (leáse Ciro, Jerjes, Artajerjes o Darío).

La ciudad se encuentra plagada de motivos de leones alados con cabeza de hombre. Cuenta la guía (de la que nos tendremos que fiar por no haber sido capaces de inventarnos nada mejor) que, antes de los mencionados leones alados, se solían esculpir como decoración siniestros pájaros gigantes.

Sin embargo, la moda de los pájaros pasó y las esculturas ya terminadas se confinaron en rincones apartados, con el objetivo de atemorizar a los turistas que pasasen cerca de ellas. Aún hoy siguen cumpliendo con su cometido.

Pronto nos cansamos de nuestros sesudos estudios y dedicamos nuestros energías a otras actividades que requerían un menor esfuerzo intelectual:

Antes hemos hablado de reyes megalómanos. Pues bien, aquí tenemos fotos de lo que vendrían a ser sus mausoleos:

Impresionan. Como también impresiona el hecho de que prácticamente tuviésemos las ruinas para nosotros solos. Y no porque la entrada fuera cara, apenas 40 céntimos de euro por un día en el Disneyland del arte persa…

Para terminar este post, mandar un saludo a Juan y a Daniela, una pareja de argentinos que nos pasaron una ingente cantidad de guías digitalizadas de diversos países. Sin ellas, probablemente aún seguiríamos perdidos en Turkmenistán o Uzbekistán (algo que, como comentaremos a su debido tiempo, hubiera acabado con nuestros estómagos y con nuestra alegría por vivir).

Por no hablar de las películas que también nos prestaron (por azares del destino, el disco duro con todas las pelis duramente recopiladas en los meses previos al viaje se perdió en un sórdido internet café de Turquía). Eva Perón, vaya peliculón:

Próximamente, Rafa y Álvaro se van al desierto a pasar el día y sed, todo a la vez.

Publicado 9 diciembre, 2010 por encualquierotraparte en Irán

Alamut y la secta de los asesinos (Irán) 6-8/11/2010   6 comments


Imagina que cuentas con un ejército de fanáticos suicidas dispuestos a matar y a morir con una sola orden tuya.

Imagina que nadie puede atacarte porque vives en una fortaleza inexpugnable, construida en la cima de una abrupta montaña.

Imagina que eres, además, un hábil estratega que no duda en asesinar a cualquier rival político o religioso que se ponga en tu camino.

Te estás imaginando a Hasan Sabbah, un tipo que, hace alrededor de mil años, aterrorizó al Oriente Medio con su secta de iluminados. Y todo ello, desde la seguridad de su castillo-refugio en el recóndito valle de Alamut, del que no salió desde que se hizo con él hasta que murió, muchos años después.

Pues bien, como pillaba cerca de Tabriz (a donde llegamos tras un ruidoso tren nocturno desde Turquía, poblado por una curiosa banda de contrabandistas de detergente otomano*), allí nos dirigimos en un viaje de 3 horas montaña arriba y abajo en un renqueante “Paikan” made in Iran:


Del pasado glorioso de la zona queda más bien poco. Apenas un pueblo de 70 habitantes y 6 mulas, donde conseguimos encontrar unos duros pero dignos camastros y un poco de comida (subrayamos la palabra “poco”).


Aunque las vistas al salir de la habitación no estaban nada mal:
Nada más salir del Paikan, ya estábamos subiendo a la fortaleza. En estas escaleras montamos los campamentos base 2, 3 y 4, aunque finalmente pudimos llegar a la cumbre sin la ayuda de sherpas:

Cuenta la leyenda que la palabra “asesino” viene de aquí. Según dicen, el amigo Hasan Sabbah dopaba a sus sectarios a base de cantidades ingentes de hachís. De ahí que se les atribuyera el sobrenombre de “hashashin” o “assassins”.
Una vez cocidos, les enseñaba un jardín lleno de exuberantes macizas y les decía que aquello era el paraíso. Sin embargo, para poder llegar a él, debían obedecer “ciegamente” sus órdenes (atentados suicidas, asesinatos públicos de políticos, bungee jumping sin cuerda desde lo alto de la fortaleza y otras lindezas por el estilo).
En cualquier caso, parece que esta novelesca historia no es más que un bulo destinado a desacreditar a la secta de los ismaelíes, de la que Hasan Sabbah era el líder intelectual. Aunque también existen otras versiones que sustituyen el hachís por el opio y el paraíso por… la promesa de más opio. Es decir, que Hasan sería el jefe de una banda de yonquis con el mono.
Cierto o no, la fortaleza existe y se encuentra en lo alto de este risco:

En el momento en el que fuimos sólo estábamos nosotros y un tipo cuya única misión aparente consistía en impedir a los visitantes disfrutar de las vistas.
Ahora están restaurando la construcción, pero se pueden ver multitud de estancias excavadas en la roca y varios depósitos de agua utilizados para autoabastecerse.


Las vistas son aún mejores que las de nuestra habitación abajo en el pueblo:


Al día siguiente, nos despertamos pronto, desayunamos, vimos lo alta que era la montaña, volvimos a desayunar y, entonces sí, nos decidimos a hacer un trekking por los alrededores.

Impresionante. Aunque, como podéis suponer, casi nos despeñamos unas cuantas veces. Pero bueno, como sólo fue casi, pudimos seguir ruta hacia otros misteriosos y sorprendentes lugares…
Próximamente, la cosa va de mezquitas, bazares y ciudades míticas.
*Eso da para otra historia aparte, con compañeros de coche-cama bloqueando la entrada del compartimento y lanzando sospechosos fardos por la ventanilla, mientras el tren traqueteaba rumbo a Tabriz, ya pasada la frontera, y la policía iraní inspeccionaba el tren con sus linternas…

Publicado 1 diciembre, 2010 por encualquierotraparte en Irán